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y que él y Grant podían aceptarla, que otros de sus ayudantes lo hacían, y que así
funcionaban las cosas con su personal. De lo contrario, había insinuado, ella tenía formas
de hacerle la vida muy difícil.
Él había sentido repugnancia y miedo; y aún peor, había comprendido la intención de
Ari, la trampa, lentas provocaciones, él mismo como arma contra Jordan, una campaña
para empujarlo hacia un incidente que le fuera útil. Así que había seguido con todo
cuando ella le ponía las manos encima, y había tartamudeado sus informes mientras Ari
se sentaba sobre el brazo de su sillón y le apoyaba la mano en el hombro. Ella le había
pedido que fuera a su oficina a horas intempestivas, con la excusa de elaborar informes
de personal, le había hecho preguntas, y él había respondido con un murmullo cosas que
no quería contar, cosas que ni siquiera quería recordar porque nunca había tenido la
oportunidad de hacer las cosas de que ella le hablaba y nunca en su vida había querido
hacerlas; y sospechaba que sin cintas, sin drogas, sin nada excepto la propia inocencia
de la víctima y su habilidad, Ari estaba retorciendo su vida por completo. Él podía
defenderse si perdía la capacidad de impresionarse, si le contestaba, si participaba en el
juego.
Pero era el juego de Ari.
Ya se me ocurrirá algo le dijo a Grant . Tiene que haber una salida. Todo saldrá
bien.
Y dejó que Grant fuera a sus habitaciones a hacer las maletas mientras él se quedaba
solo en la sala, con un frío que le calaba los huesos. Quería telefonear a Jordan, pedirle
consejo, preguntarle si había algo legal que pudieran hacer.
Pero seguramente Jordan iría directamente a la oficina de Ari a negociar la libertad de
Grant. Y entonces Ari jugaría otras cartas, como las cintas de esas sesiones en su oficina.
Ah, Dios, y entonces Jordan iría directamente al Departamento de Ciencias y
empezaría una lucha que rompería todos los acuerdos que había conseguido y se lo haría
perder todo.
Pedir datos a los ordenadores de la Casa sobre la ley, pero no se atrevía a usarlos:
todas las conexiones se grababan. Todo dejaba huellas. No había forma alguna de que
Reseune perdiera un desafío abierto. Él no sabía el alcance del poder político de Ari, pero
era consciente de que se trataba de un poder lo bastante influyente para poder abrir
nuevas rutas de exploración, subvertir compañías en estaciones estelares muy distantes y
afectar el comercio directo con la vieja Tierra; y ésa era sólo la parte visible.
Más allá del arco, oyó el ruido de la puerta del baño, vio a Grant apilando la ropa sobre
la cama.
De pronto supo adonde iría Grant, por el camino que habían soñado de niños, sentados
en la orilla del Novaya Volga mientras enviaban botes fabricados con latas viejas sobre
las aguas para que la gente de la ciudad se maravillara. Y más tarde, algunas noches en
que habían hablado sobre el traslado de Jordan, sobre la posibilidad de que los hicieran
quedarse hasta que Jordan pudiera sacarlos de allí.
Ahora era el peor momento, pensó Justin y no, el asunto no era como lo habían
planeado, pero se trataba de la única oportunidad de que disponían.
Fue hasta la habitación de Grant, le puso un dedo sobre los labios para que no hablara
porque había controles de Seguridad: Jordan se lo había dicho. Cogió a Grant por el
brazo, lo llevó con rapidez y cuidado a la sala, hacia la puerta, cogió su chaqueta del
baño, había que hacerlo, en el exterior la temperatura era casi de congelación, la gente
iba y venía de ala en ala al aire libre, era lo bastante normal. Le dio su chaqueta a Grant y
lo condujo al vestíbulo.
¿Adonde?, decía la mirada preocupada de Grant. Justin, ¿estás haciendo algo
estúpido?
Justin lo tomó del brazo y lo llevó por el pasillo hacia el ascensor.
Apretó la T, para el nivel del túnel. El ascensor descendió. Dios, que no haya paradas.
Justin..
Él apretó a Grant contra la pared del ascensor, lo mantuvo allí quieto y no le importó
que Grant fuera un poco más alto.
Cállate le dijo . Es una orden. Ni una palabra. Nada. ¿Me oyes?
Nunca le hablaba así a Grant. Nunca. Estaba temblando. Grant apretó la mandíbula y
asintió, aterrorizado, mientras la puerta del ascensor se abría sobre el hormigón sucio de
los túneles de tormenta. Justin arrastró a Grant, lo apretó contra la pared de nuevo. Esta
vez con más calma.
Ahora oye. Vamos a ir a la Ciudad...
Yo...
Óyeme. Quiero que te pongas en blanco. Estado profundo, hasta el fondo. Ahora
mismo. Hazlo. Y quédate así. Es una orden, Grant. Hazlo aunque nunca lo hayas hecho
antes. ¡Ahora! ¿Me oyes?
Grant respiró hondo, y su rostro quedó vacío de expresión en dos inspiraciones
desesperadas.
Ya no estaba aterrorizado. Se sentía seguro:
Bien dijo Justin . Ahora ponte la chaqueta y ven.
Otro ascensor hacia el ala de Administración, la más antigua; hacia atrás por el ala
vieja de las cocinas de Ad, donde el turno de noche limpiaba los cacharros de la cena y
preparaba el desayuno para el servicio de suministros. Era la ruta de escape que habían
usado todos los niños de la Casa tarde o temprano: a través de las cocinas, donde
estaban los hornos, donde el aire acondicionado nunca era suficiente, donde una
generación tras otra de personal dejaba abierta la puerta de emergencia con latas de
basura para que entrara algo de brisa. Los trabajadores de la cocina no solían informar
que los niños salían por allí, no a menos que alguien lo preguntara, y Administración no
detenía esa práctica: que los vagabundos y pillos CIUD juveniles pasaran junto a testigos
que, si les preguntaban, dirían inmediatamente que sí, que Justin Warrick y su azi habían
pasado por aquella puerta, pero no hasta que advirtieran su ausencia.
Shhh, hizo a los azi de la cocina que lo observaron con sorpresa y algo asustados por
lo tardío de la hora y la edad de los fugitivos, más crecidos que la mayoría.
Más allá de las latas de basura y por la escalera, hacia la oscuridad congelada.
Grant llegó hasta Justin junto al refugio de la bomba, que era el primer lugar para
ocultarse sobre la colina justo antes de que ésta descendiera rápidamente hacia el
camino.
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