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«Entretanto, permanecí sentado, con los oídos bien atentos. Los jardines estaban relativamente
tranquilos ahora, y sólo me llegaba algún ocasional gruñido o chillido. No me gustaba este silencio;
me preguntaba a qué perversidad estarían entregados. Dos veces bajé de la torre a efectuar una
ronda por la casa; pero todo estaba en silencio.
»Una de las veces, oí un ruido en la dirección del Pozo, como si se hubiese desprendido más tierra.
Seguidamente, y durante unos quince minutos, hubo una conmoción entre los habitantes de los
jardines. Se apagó, y poco después volvía a reinar la calma.
»Como una hora más tarde, asomó la luna sobre el lejano horizonte. Desde donde estaba sentado
podía verla por encima de los árboles. Pero hasta que no se elevó muy alto, no pude distinguir
ningún detalle de los jardines de abajo. Tampoco me era posible localizar a ninguno de los brutos.
Hasta que, al asomarme casualmente, vi a varios tendidos boca abajo, junto a la pared de la casa.
No pude averiguar qué hacían. Sin embargo, era una ocasión demasiado buena para desperdiciarla;
así que apunté y disparé sobre uno que tenía directamente debajo. Se oyó un chillido y, al disiparse
el humo, vi que se había dado la vuelta hacia arriba, y se retorcía débilmente. Luego se quedó
inmóvil. Los demás habían desaparecido.
»A continuación, oí un grito agudo en dirección al Pozo. Fue contestado por cientos de voces
procedentes de todas partes del jardín. Esto me dio idea del número de criaturas, y empecé a
comprender que todo este asunto se estaba volviendo más serio de lo que había imaginado.
«Sentado, y meditando en silencio, me preguntaba: "¿A qué viene todo esto? ¿Qué son todos estos
Seres? ¿Qué pretenden?" Luego mis pensamientos retrocedieron a la visión (aunque aun ahora
dudo que fuera una visión) de la Llanura del Silencio. ¿Cuál era su significado? ¿Y qué era el Ser
de la Arena? ¡Uf! Finalmente, pensé en la casa que había visto en aquel remoto lugar. Aquella casa,
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HOGDSON, W. HOPE LA CASA EN EL CONFIN DE LA TIERRA
tan parecida a ésta en todos los detalles de su estructura externa, que podía haber sido hecha
tomando a ésta de modelo, o al revés. No se me había ocurrido pensar en eso hasta este momento...
»Y de pronto, sonó otro largo chillido en el Pozo, seguido, un segundo más tarde, de otros dos más
breves. Seguidamente, el jardín se llenó de gritos que contestaban. Me levanté y me asomé por
encima del antepecho. A la luz de la luna, parecía como si los matorrales estuviesen vivos. Se
agitaban de un lado a otro, como sacudidos por un viento fuerte e irregular, mientras un susurro
continuo de pisadas furtivas se elevaba hacia mí. Bajo el resplandor de la luna, vi escabullirse entre
las ramas unas figuras blancas; disparé dos veces. En la segunda, mi disparo fue respondido por un
breve chillido de dolor.
»Un minuto más tarde, los jardines quedaron otra vez en silencio. Desde el Pozo se elevó una ronca
algarabía de chillidos de cerdo. De vez en cuando, el aire era rasgado por algún grito furioso, al que
contestaba una multitud de gruñido. Se me ocurrió que celebraban una especie de consejo, quizá
para discutir el problema de la entrada a la casa. También me pareció que estaban muy furiosos,
quizá por mis certeros disparos.
»Me pareció una buena ocasión para efectuar una inspección final a nuestras defensas. Me dispuse
a realizarla inmediatamente. Recorrí todo el sótano otra vez, y examiné cada una de las puertas.
Afortunadamente, todas ellas, al igual que la de atrás, están sólidamente construidas en roble y
reforzadas con gruesos herrajes. Luego subí al estudio. Esta puerta me preocupaba más. Es
apreciablemente más moderna que las otras, y aunque está bastante bien de grosor, no tiene la
misma pesada solidez.
»Debo explicar aquí que hay una zona de terreno elevado, no muy grande, a la que da acceso dicha
puerta. Las ventanas del estudio están enrejadas por esa razón. Todas las demás entradas salvo la
puerta principal, que jamás está abierta están en la planta baja.
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HOGDSON, W. HOPE LA CASA EN EL CONFIN DE LA TIERRA
EL ATAQUE
»Pasé un rato pensando cómo reforzar la puerta del estudio. Finalmente, bajé a la cocina, y con
cierto trabajo, subí varios troncos pesados. Los apoyé contra ella, clavándolos después arriba y
abajo, en el suelo. Trabajé febrilmente durante media hora, y por último, quedó apuntalada
satisfactoriamente.
»Luego, sintiéndome más tranquilo recogí mi casaca, que había dejado a un lado, y atendí a una o
dos cosas más, antes de regresar a la torre. Estaba ocupado en esto, cuando oí un manoteo solapado
en la puerta, y que probaban a abrir el picaporte. Guardé silencio y esperé. No tardé en oír a algunas
de las criaturas en el exterior. Se gruñían unas a otras, apagadamente. Luego, durante un minuto,
reinó silencio. Y de repente, sonó un gruñido vivo, contenido, y la puerta se estremeció bajo una
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